Uno de los postres que ejemplifican la devoción por la dulzura de Baviera es, sin duda, el apfelstrudel. Con su combinación perfecta de hojaldre muy fino envolviendo trocitos de manzana crujiente caramelizada o ciruela, cerezas, pasas, nueces…, cada bocado te acerca a la tradición de la repostería alemana. Aunque su origen se remonta, según algunos cronistas, al Imperio Otomano y llegara, en su versión austriaca, a ser el postre favorito de la corte de la emperatriz Elisabeth Amalie Eugenie Herzogin (mundialmente conocida como Sissí), hoy es una de las delicias más queridas en Múnich y se encuentra en prácticamente todas las cafeterías y panaderías de la ciudad.

El secreto de un buen apfelstrudel está en cómo se trabaja su masa, que debe ser tan fina que casi se pueda ver a través de ella. En su interior, las frutas se mezclan con canela, azúcar y un toque de ron o vainilla, creando un relleno suave y aromático que se carameliza al hornearse. Servido caliente, acompañado de nata montada, salsa de vainilla o incluso una bola de helado, es un placer que no puedes perderte.

Después de una jornada intensa en el Congreso NATA 2025, no hay mejor manera de relajarse que con un buen café y un apfelstrudel en algunos de los cafés más emblemáticos de la ciudad, como el Café Frischhut, famoso por sus dulces tradicionales, o el Café Luitpold, donde la repostería se convierte en arte.

Múnich es una ciudad donde la tradición y la modernidad se encuentran en cada rincón, y la gastronomía no es la excepción. Probar un auténtico apfelstrudel no solo es un placer para el paladar, sino también una forma de conectar con la cultura bávara.