Toda una vida profesional ligada a la industria farmacéutica. Médico frustrado por la tiranía de aquellas notas de selectividad que guillotinaban vocaciones para poco aplicados estudiantes, Roberto Díaz tuvo que conformarse con farmacia. Baqueteado por la testosterona durante muchos años de sexo, evidencia científica, y marketing excitacional, necesitaba alejarse un poco de tanta algarabía, por muy de prescripción que también fuera. El remanso lo encontró en Vifor. O eso pensaba….
Por Esteban Bravo, periodista.
E.B. Roberto, no se rasgue usted las vestiduras por lo de ser mal estudiante, al menos le dio para farmacia. Otros nos tuvimos que conformar con periodismo.
R.D. Pues mire, periodismo también lo tenía en el punto de mira. De hecho, inicialmente era mi segunda opción después de filología inglesa. Siempre se me dieron mejor las letras que las ciencias, pero, al final, fui sensible a toda esa pléyade de asesores que nos acompañan en momentos claves de nuestra vida, como son los padres, amigos…y cedí a la presión de orientar mi formación universitaria a una carrera de ciencias.
E.B. ¿Es usted consciente de todo lo que les debe?
R.D. Supongo que sí. Ya en aquella época se hablaba de las dificultades que se encontraban con las carreras de letras en términos de empleabilidad. Lo cierto es que, si hago balance a día de hoy, no me puedo quejar.
E.B. ¿En qué momento se conecta, toma conciencia y atisba la posibilidad de disfrutar de su carrera en la Facultad de Farmacia de la Universidad de Barcelona?
R.D. Le diría que desde el primer día. Entré en el aula, tomé asiento y no recuerdo quién nos dio la bienvenida, si fue el rector o el decano, pero dijo algo que se me quedó grabado: “Hoy empezáis a estudiar farmacia, la ciencia que estudia los medicamentos”. Y dije, ¡coño!, esto puede que me mole. La biología, la medicina…también me apasionaban, así que me agarré a eso, a los medicamentos.
E.B. Y son ya casi más de 20 años agarrado a ellos. Cuéntemelo todo.
R.D. Lo de la fabricación de medicamentos me llamaba mucho la atención, y ya desde el principio pensaba mucho en esa tarea de la industria. Comencé con unas prácticas en Uriach durante seis meses, y a su finalización me puse manos a la obra con listado de laboratorios de Barcelona, ensobrado de curriculum, envíos a cascoporro y a cruzar los dedos…No tardaron en llamarme de Menarini para hacer una entrevista, y aunque inicialmente no optaron por mi perfil para la posición que tenían abierta, enseguida me dijeron que les podía encajar para el departamento de marketing.
E.B. ¿Marketing? ¿Sabía usted algo de tan aberrante ciencia?
R.D. ¡Ni idea! En la facultad, marketing, junto a historia y no recuerdo la otra materia, era una asignatura semestral, una María, vamos.
E.B. ¿Entonces?
R.D. Como no podía ser de otra forma, confesé. Reconocí que no tenía ni idea de marketing farmacéutico, pero me dijeron que estuviera tranquilo, que allí me formarían, y así fue. En Menarini consolidé una etapa de doce años, de la que me siento muy orgulloso. Pasé de ser el becario del departamento a product manager junior, senior y responsable de marketing para Latinoamérica durante un año y medio. A mi regreso trabajé en la creación de una nueva división y cuando ya estaba muy rodada me surgió una nueva oportunidad en otra compañía.
E.B. No me diga más. Es el peaje del perverso libre mercado de la bolsa laboral a pagar por las empresas. Convierten a un inocente imberbe, recién salido de la trastienda boticaria de la facultad, en un gurú del birlibirloque de la venta de medicamentos, y se les pira a las primeras de cambio. Cría cuervos…
R.D. Hombre, usted lo plantea como una especie de deslealtad y no es exactamente así. Todo tiene una explicación. Esa nueva división de Menarini de la que le hablaba, en cuya creación estuve directamente implicado, estaba centrada en la salud sexual masculina, básicamente en la disfunción eréctil y la eyaculación precoz…
E.B. Perdone que le interrumpa. ¿Quiere que sigamos por aquí o prefiere que le pregunte por algo relacionado con Ferinject?
R.D. Pero si yo estoy encantado de hablar de la que sin duda ha sido la etapa más divertida e interesante de mi carrera…
E.B. Ya, ya… Imagino. Continúe pues.
R.D. Sobre los problemas que afectan a la esfera sexual del hombre, especialmente la disfunción eréctil, el reto era intentar huir de la banalización. Ser capaces de trasmitir a los profesionales sanitarios toda la ciencia que hay detrás de este tipo de medicamentos. A parte de esos argumentos lúdico-festivos que suelen asociarse a estos tratamientos, detrás de los cuales también hay mucho bulo, desinformación y pseudoterapias, la salud sexual es algo que, verdaderamente, tiene un altísimo impacto sobre la calidad de vida de las personas. Sin ir más lejos, y por ponerle sólo un ejemplo, muchos hombres que sufren cáncer de próstata, van a tener problemas de índole sexual. Estos medicamentos, que bien utilizados son eficaces y seguros, pueden aportar muchos beneficios a estas y a otras muchas personas.
E.B. Se ha puesto usted serio…
R.D. Lo cierto es que detrás de algunos de los tratamientos indicados para problemas relacionados con la salud sexual hay mucha ciencia, mucha investigación…Luego, es cierto, podíamos encontrar determinados contextos profesionales en los que, digamos, el ambiente era un tanto particular.
E.B. La vida son particularidades. Cuente, cuente…
R.D. Por ponerle un ejemplo. Los congresos que giraban en torno a estos temas, en los que nuestro objetivo era siempre la relación e intercambio de información con especialistas como los urólogos, acogían también una parte más “holística”, con charlas de coaches sexuales, psicólogos con teorías un tanto delirantes, talleres de estimulación, caricias terapéuticas, cartografía de puntos erógenos…
E.B. Sólo a usted se le ocurre dejar un proyecto así para irse a otra compañía.
R.D. (Risas) De todo se cansa uno. La verdad es que era divertido. Pero también eran muchos congresos, muchos viajes. La verdad, podría decir que del sexo disfruté mucho, pero acabé cansándome. Aquel trajín acabó resultándome agotador. Necesitaba un proyecto más tranquilo.
E.B. ¿Y dónde lo encontró?
R.D. En principio en Laboratorios Rubió. Fue una época corta cuyo reto era crear una unidad de urología en base al lanzamiento de un nuevo producto. El lanzamiento no pudo realizarse y el proyectó quedó en nada. Fue entonces cuando surgió el proyecto de CSL Vifor, hace ya algo más de cinco años.
E.B. ¿Me resumiría cinco años en cinco líneas?
R.D. Entré en una posición centrada en la coordinación de todas las acciones que podían tener relación con los productos del área de nefrología. Han sido cinco años en el entorno de la nefro-hemodiálisis en los que he aprendido mucho y, espero, también haber aportado algunas cosas. Siempre es un orgullo trabajar en proyectos en los que tienes la certeza que, tanto para el profesional sanitario, como para el paciente, tu experiencia y la de tu compañía, en este caso CSL Vifor, son verdaderamente relevantes.
E.B. Cuénteme alguno de esos proyectos de los que usted puede presumir.
R.D. Pues le hablaría de lo que a nivel interno conocemos en CSL Vifor como ACN (Avances y Controversias en Nefrología), una reunión que ya llevamos años organizando, y en la que en un día somos capaces de juntar a más de cien nefrólogos de toda España, muchos de ellos reconocidos líderes de opinión. Es un encuentro en el que intentamos, sobre la base del intercambio y transferencia de conocimiento, darle todo el protagonismo al nefrólogo.
E.B. Vale. Todo el protagonista que usted quiera, pero para hablarle de nuestro libro y empujarles a que nos lo prescriban, ¿no?
R.D. Está claro que aquí estamos para vender. Eso lo entendemos todos. Pero hay formas y formas…
E.B. Y por ahí se dice que las formas en la industria han sido un poquito chungas…
R.D. Las cosas han cambiado y mucho, y creo que para bien. Mire, uno no puede vender si no genera confianza. Y es en lo que estamos ahora en CSL Vifor. El mejor botón de muestra, volviendo a nuestro ACN, es la forma en la que organizamos esta jornada, cuyo contenido lo dejamos prácticamente al cien por cien en manos de un Comité Científico formado por tres expertos. Son ellos los que valoran las necesidades que tiene la especialidad y cómo quieren afrontar las discusiones. La filosofía es anteponer sus intereses a los de la compañía. Es la forma de generar esa confianza de la que le hablo y que resulta condición sine qua non para una futura venta. También le digo que siempre encontramos puntos de encuentro donde los intereses del nefrólogo acaban convergiendo en los de CSL Vifor; fundamentalmente cuando se habla de necesidades médicas no cubiertas y ante las que tratamientos innovadores, como los que podemos poner a su disposición, les resultan imprescindibles para el control de algunas de las patologías que afectan a los pacientes que ven a diario. Al final su esfuerzo y el de CSL Vifor coinciden en la misma coordenada, la del paciente.
E.B. Oiga, Roberto, ¿sabe usted que cuando habla inspira confianza?
R.D. Hombre, pues eso está bien…(risas)
E.B. ¿Puedo fiarme de su respuesta si le pregunto qué le gustaría que cambiara en CSL Vifor de cara a un futuro a corto plazo, o le va a entrar el canguelo y va a ser políticamente correcto?
R.D. Es usted un provocador. Le contesto de corazón. Cambiar, quizás no cambiaría nada, pero creo que sí debemos afrontar un reto que no está del todo resuelto y al que soy consciente se le está dedicando mucho tiempo y energía. Hemos de tener claro qué queremos ser de mayores. No es fácil porque venimos de una etapa un tanto convulsa que quizás haya dejado la herida de la incertidumbre. Ojalá estemos ya entrando en un momento de pausa, de calma, que permita que esa herida cicatrice definitivamente y podamos ir remando todos hacia una misma dirección. Pero la hoja de ruta para alcanzar ese destino la tenemos que tener muy bien cartografiada lo antes posible. Eso nos va a permitir establecer las necesidades, la estructura necesaria, para llegar con bien a ese puerto. Estoy convencido de que se está trabajando intensamente en ello y tengo la esperanza de que pronto lo vamos a conseguir.
E.B. Antonio Charrua, el jefe, ¿tomará nota?
R.D. Nuestro director general siempre toma nota, lo que es distinto a que te coja la matrícula. Es una persona que entiende el liderazgo desde un valor fundamental para cualquier directivo: saber escuchar.
E.B. Alguien me ha soplado que es usted un apasionado de la música, todo un melómano. ¿Le suena Antonio Charrua como The Boss, el Bruce Springsteen de CSL Vifor?
R.D. ¡Nooo! Me suena un poco más a Eric Clapton, y además físicamente se dan un aire (risas). Eric Clapton es más armónico, más calmado en sus tempos que Bruce. Definitivamente, Eric Clapton es más Antonio.
E.B. ¿Y CSL Vifor? ¿Encuentra algún grupo al que se le pueda asemejar?
R.D. Ufff. Difícil. Más que de un grupo en particular yo le hablaría de esas bandas de Jazz formadas por excelentes solistas que se juntan eventualmente para improvisar maravillosas piezas del género. Creo que, con todo ese talento musical, CSL Vifor está ahora mismo intentando pasar de las Jam Sessions a las sinfonías interpretadas por cualquiera de las más prestigiosas orquestas internacionales.
E.B. Definitivamente, es usted como un libro abierto.
R.D. Pues será porque además de la música, también me apasiona leer. Mire, como me está cayendo bien, le voy a recomendar lo último que me he zampado a golpe de página: la trilogía de Carmen Mola, La Novia Gitana
E.B. Ufff. El misterio y la novela negra se me suele hacer bola.
R.D. Usted se lo pierde.
Lo que no me he perdido es a este magnífico tipo. Alguien que vive su trabajo con la pasión del melómano rendido a la música que ama. Un rockero que, aunque muere por Héroes del Silencio, callar no le parece ninguna heroicidad. Devora literatura de misterio, pero proyecta transparencia a raudales. No encuentra mejores intérpretes para la banda ideal que su mujer y sus hijos, aunque el pequeño demonio que tiene en casa es el que le da la vida y le suele llevar hasta el cielo. Al cielo o a cualquier otro sitio, con Roberto Díaz, yo, de cabeza donde diga.