Muchos años en la empresa donde las ha visto de todos los colores. Confiesa que a veces, incluso negro. Se preocupa, pero no pestañea. Lo tiene todo planificado y se adapta camaleónicamente a lo que toque. No es cuestión de supervivencia, es que ella lo vale. Esther de la Cerda, humilde, no lo dice. Lo digo yo.  

Por Esteban Bravo, periodista.

E.B. Esther, pues entonces dígame.

E.d.l.C. Pues le digo que me trate bien en esta entrevista, que me da mucho respeto.

E.B. Eche la vista atrás unos años, y déjese llevar desde entonces hasta ahora. Fluya usted, Esther.

E.d.l.C. Pues como muchas cosas en la vida, yo creo que he llegado hasta aquí por alguna que otra casualidad. Mire, cuando yo acabé el B.U.P, C.O.U y aprobé la Selectividad, todo hacía pensar que acabaría de cabeza en la Universidad. Era buena estudiante. Pero enseguida me di cuenta que más que optar por los cursos del bachillerato superior, debí haberme decidido por la vía de la Formación Profesional. Ser buen estudiante te hacía caer ingrávida e irremediablemente en la Universidad, y a mí no me hacía especial ilusión. Me resistía.

E.B. Coherente, lo que se dice coherente…

E.d.l.C. Sí. Por eso le digo que me equivoqué. Pero es verdad que a esas edades los errores, si los reconoces pronto, no pasan una gran factura. Me di cuenta que la Universidad no me llamaba y preferí dejarme llevar por la que había sido siempre mi gran ilusión: trabajar en una oficina.

E.B. Usted me disculpe, pero como gran ilusión, trabajar en una oficina digamos que no estaría en el ranking de las cinco cosas mundanas que provocan más frenesí. Nuestros lectores van a necesitar que se explique.

E.d.l.C. Ya, ya. Entiendo perfectamente lo que me dice, pero seguramente tampoco le puedo dar una explicación muy convincente. Siempre quise saber cómo eran aquellos ambientes de oficina, el ir y venir de la gente, aquello que se veía en algunas películas o series del momento. Me llamaba mucho la atención y me hacía mucha ilusión verme y ganarme la vida en aquella escena. Se convirtió en algo aspiracional.

E.B. Pura curiosidad. Cuando uno decide que lo que quiere profesionalmente en la vida es trabajar en una oficina, ¿cuál es el siguiente paso?

E.d.l.C. Pues empiezas a explorar el mundo formativo de la gestión administrativa, hasta que das con algo que te convence. Yo encontré un módulo de tres años de Secretaría de Dirección. No me lo pensé. La verdad es que acabé los tres cursos con muy buenos resultados académicos y, lo mejor, es que ya comencé a hacer prácticas desde el primer año. Me encantó aquella etapa.

E.B. Y tuvo su primera oficina.

E.d.l.C. Así es. Mi primera oficina fue la de esa empresa en la que estuve haciendo prácticas en esa etapa formativa. Pertenecía al sector de las Mutuas colaboradoras con la Seguridad Social. Y aunque tuve la oportunidad de quedarme cuando acabé el período de prácticas, preferí buscar otra cosa.

E.B. Ya. Otra oficina, claro.

E.d.l.C. Jajaja. Efectivamente, otra oficina. Mi primera en el ecosistema farmacéutico. Era Zambón, donde estuve un par de años hasta que en 2004 se me presentó la oportunidad de entrar en el comienzo de la aventura que acabó, a día de hoy, siendo CSL Vifor. Me refiero a Uriach. En 2011 esta compañía vende la parte de su negocio de medicamentos de prescripción a Vifor, y hasta hoy.

E.B. Y del Uriach de ayer al CSL Vifor Iberia de hoy, ¿qué queda?

E.d.l.C. Uff… Le diría que nada o casi nada. Mire, yo empecé en Uriach en el Departamento Internacional aunque, la verdad, el inglés no era mi fuerte.

E.B. Pues bien, lo que se dice bien, no creo que empezara.

E.d.l.C. La verdad es que Antonio Lorente, director Internacional ya en aquel entonces, y con quien hemos tenido la suerte de trabajar hasta hace pocos meses, cuando le ha llegado el merecido momento de la jubilación, tuvo el valor de apostar por mí y me integró en su equipo del Departamento Internacional. Escapé así de aquella Torre de Babel, que no me gustaba mucho. Desde entonces hasta hoy, la empresa y yo misma hemos atravesado muchos momentos de cambio ante los que me he intentado adaptar, tratando siempre de aportar valor a la organización. Y, la verdad, creo que lo he conseguido.

E.B. Cuando comienza, ¿qué es lo que más le llama la atención en cuanto a la actividad de una compañía farmacéutica?

E.d.l.C. Al principio me llamaba mucho la atención aquello de la visita médica. Ni me podía imaginar que una persona fuera con un material desarrollado por la compañía a ver a un médico para hablarle de determinados productos y, a partir de ahí, establecer una relación comercial. Sobre la inocencia de juventud, llegaba a preguntarme si aquello sería legal.

E.B. Ha vivido usted entonces la transición de la burda relación comercial entre la industria y el profesional sanitario, a la eufemística relación de confianza, transferencia de conocimiento, o transferencia de valor. ¿De verdad han cambiado mucho las cosas?

E.d.l.C. Mucho. Y no estoy de acuerdo con que sean eufemismos. En todos estos años he dado soporte a las áreas de Médico, Comercial y Marketing, y cuando hablamos de relaciones con los profesionales sanitarios, esas transferencias de valor, de conocimiento y esa relación basada en la confianza, están apalancadas como objetivos claves para toda la compañía. Aquella leyenda negra, que pudo ser algo más que leyenda en algunos momentos, a mi apenas me tocó vivirla. Tuve la suerte de vivir el cambio hacia un sector mucho más autorregulado y transparente, que es la realidad de hoy desde hace ya varios años.

E.B. Vayamos entonces a otras realidades. ¿Momentos duros en la compañía?

E.d.l.C. Claro, también los ha habido. Y como casi todos en el mundo de la empresa han tenido que ver con aquellos que de alguna forma impactan sobre las personas, el empleo… Se sabe que las reorganizaciones en las compañías suelen conllevar un precio emocional en quienes tienen que salir e, incluso, en quienes se quedan. Tengo que reconocer que incluso en algún momento yo he llegado a preguntarme si posiciones como las que yo he venido ocupando podían verse afectadas.

E.B. Se le llama temor a la incertidumbre. Muy humano.

E.d.l.C. Y, por tanto, le diría que también inevitable. Lo que también debe ser inevitable es el afrontar esa incertidumbre desde una actitud positiva, dando lo mejor de uno mismo y desarrollando una gran capacidad de adaptación ante todo lo que pueda venir. Esa siempre ha sido mi actitud frente a los momentos más difíciles. Saber adaptarme a cualquier situación es definitivamente mi punto fuerte.

E.B. Las cosas parecen ya más calmadas.

E.d.l.C. Bueno, yo siempre voy a mil. Como le decía he dado soporte a muchas áreas de la compañía. Es verdad que, de la mano de Ruth, que es hoy mi jefa, hemos conseguido un grupo estable de assistants que te permiten trabajar con más tranquilidad. En los últimos años mi desempeño se ha centrado más en dar soporte a marketing, con Ester Leris al frente, excepto el tiempo que estuvo fuera de España. Pero en todas las áreas he vivido momentos muy gratificantes. Eso sí, sin que se enfade ni Ruth, ni nadie, que quede claro que mi corazón es de Ester Leris.

E.B. ¿Y momentos de orgullo para sacar pecho?

E.d.l.C. Cualquiera de los eventos que organizamos en los que estoy involucrada y que finalmente ves con orgullo que han salido bien. Son muchos frentes, proveedores, clientes, mil aristas que ponen en riesgo el desarrollo de este tipo de actos. Cuando ves a todo el mundo sentado en la sala, que las dificultades se han solventado favorablemente, que el evento comienza y se desarrolla en perfecta sintonía y que, finalmente, la gente regresa sin novedad a sus sitios de origen, es cuando respiras profundo, sacas pecho y sientes mucho orgullo del trabajo del equipo.

E.B. En ese trabajo se tiene que sufrir “tela”. Confiese.

E.d.l.C. Calle, calle. Sin ir más lejos le cuento la fatiga y quebranto que pasamos en el último Vasculitis 360. Lo celebramos el 5 de julio en el Domo, un espacio en Madrid para organizar eventos. Está muy bien, pero no caímos en que en ese mes la calorina puede ser de esas que, como dicen por ahí, raja la tierra, como así fue. Si a eso le añades que la configuración del espacio es una especie de cúpula de plástico, malditamente diseñada para favorecer un efecto invernadero que podía reducir drásticamente el censo de nefrólogos en España, puedes imaginarte la preocupación del equipo ante la posibilidad de que el aire acondicionado funcionara mal.

E.B. Vamos que, nunca mejor dicho, sudó usted la gota gorda.

E.d.l.C. Pues sí. Aunque la gota gorda, lo que se dice gorda, te la puede hacer sudar algún que otro cliente. En general todos son amables y muy razonables ante la aparición de algún contratiempo, pero hay alguno que otro…

E.B. Venga, diga sólo el pecado.

E.d.l.C. Un clásico. Los horarios de los vuelos. Ante las limitaciones, los clientes suelen ser bastante comprensivos, pero recuerdo uno que me pidió un vuelo de regreso a las 19.00. Lo miro y le digo que el último sale a las 17.00. No me vale, me dice, tiene que ser a las 19.00. Mire doctor, tiene uno a primera hora de la mañana del día siguiente. Tiene que ser a las 19.00, insiste. Y así hasta que llegas a un punto que no sabes qué decirle y ya lo de la gota gorda deja de ser un dicho para convertirse en un hecho.

E.B. Si era muy KOL (perdóneseme el snobista acrónimo en inglés) hace años se hubiera solucionado con un vuelo corporativo.

E.d.l.C. Si usted lo dice. Pero no fue el caso.

E.B. ¿Y cómo acabó la cosa?

E.d.l.C. He preferido olvidarlo (risas).

E.B. Yo no quiero olvidarme de preguntarle cómo ve usted hoy a CSL Vifor.

E.d.l.C. Creo que se está construyendo una compañía más fuerte y espero que eso nos permita adaptarnos y superar con éxito las dificultades que se nos pueden presentar.

E.B. Y si por usted pasara, ¿sobre qué puntos intervendría para que mejoraran?

E.d.l.C. Le hablaría de dos. El primero, la información que recibimos. Creo que se ha mejorado mucho en los últimos tiempos, pero hay camino por recorrer. Hay veces que me pregunto si realmente lo que nos cuentan es lo que nos importa y necesitamos. El segundo sería mejorar aún más las sinergias, relaciones, comunicación entre los diferentes departamentos. Quizás mejorando estos aspectos, podríamos ganar en eficiencia.

E.B. Pues espero que tome nota quien le corresponda.

E.d.l.C. Y yo, pero no para que me cojan la matrícula (risas).

E.B. Ni se preocupe, yo me encargo. Pero de la vida, ¿qué le preocupa?

E.d.l.C. Más allá de las cosas que nos preocupan a todos, como salud, familia, trabajo… me preocupa el tiempo, la puntualidad. Reconozco que puede llegar a ser una obsesión para mí. Llevo mal a la gente impuntual, a esos qué dicen “se me ha pasado la hora”. Tengo puestas en el móvil varias alarmas durante el día, que me van avisando sobre cosas que tengo planificadas. Hay veces que, por ejemplo, a las seis de la tarde de un sábado suena una alarma simplemente porque es el momento en el que tengo que empezar a arreglarme para salir. Mi marido me sigue fiscalizando con la mirada cuando las escucha.

E.B. ¿Me dice esto porque se le va acabando el tiempo que tenía pensado dedicarme?

E.d.l.C. No se preocupe. Mi próxima alarma me avisará de que esta tarde tengo partido de pádel de la liguilla que suelo jugar en el club del pueblo. Todavía hay tiempo.

E.B. ¿Se toma en serio eso del deporte?

E.d.l.C. No se crea. Lo mío es bastante reciente. El trabajo de mi marido le obliga a estar mucho tiempo fuera de casa, por lo que la logística familiar siempre ha sido más cosa mía. Recoger a los niños en el colegio, llevarlos a sus entrenamientos de fútbol… Ahora ya van siendo más mayores e independientes con lo que nos podemos organizar más relajadamente. Hace poco he empezado con el gimnasio y con esto del pádel. Lo divertido es que mi pareja es Carmen Gavilán. Así que el estrés del trabajo nos lo llevamos juntas a la cancha para quemarlo. Eso sí, luego nos quemamos porque somos bastante mantas y vamos muy mal en la liguilla. Pero si le digo la verdad, no nos importa mucho. Disfrutar, lo que se dice disfrutar, disfruto de la cervecita, la tapa de después y del rato que echamos con las amigas.

Disfrutar, lo que se dice disfrutar, he disfrutado yo de esta conversación. Nunca lo pensé de alguien que reconoce ser fiel lectora de Marian Keyes. Romanticona con el paso del tiempo, capaz de derramar una lagrimita con la publicidad televisiva de la navidad, me hace ver más humana a la mujer más pragmática, planificada y bien programada con la que me he cruzado recientemente. Esther de la Cerda, o pasiones confesables. El corazón de la oficina. Es hora de despedirse.