No es sencillo identificar a alguien que pueda cartografiar casi cuatro décadas de la industria farmacéutica en España desde su experiencia personal. CSL Vifor cuenta en su equipo con alguien muy autorizado para hacerlo. Un geógrafo e historiador capaz de enseñarnos la orografía de un maravilloso mapa de ruta diseñado sobre una historia de familia, amigos, pasos de Semana Santa y… medicamentos, muchos medicamentos. En la compañía, considéresele el Hermano Mayor de todos. Manolo González, mi Cruz de Guía en esta entrevista.
Por Esteban Bravo, periodista.
E.B. Pues eso, márqueme usted el camino y cuénteme alguna historia.
M.G. La verdad es que cuando acabé la carrera de Geografía e Historia, era para lo que estaba preparado. Pero ya sabe, la cosa no es como empieza…
E.B. ¿Y cómo empieza?
M.G. Salgo de la facultad y todo empieza con eso a lo que usted se refiere de “marcar caminos”, pero en el sentido más literal de la expresión. Estuve trabajando un año para la Junta de Andalucía, mapeando todo el territorio de la región. Había que trabajar cuadrícula por cuadrícula. El objetivo era construir un mapa a escala 1:50.000, un modelo del que sólo disponía el ejército, y para lo que necesitábamos medir los kilómetros de carretera, la extensión de terreno sembrado… un trabajo muy fatigoso.
E.B. Para algo uno era joven en aquellos años.
M.G. Ya, ya, pero es que pagaban fatal y necesitaba ganar dinero. Mire, mi hermano trabajaba en aquella época en Sandoz, lo que hoy es Novartis, y yo le miraba con una cierta envidia sana. Su buen salario, su coche, por decirlo de alguna forma, su modus vivendi estaba por encima de la media de la gente de nuestra edad en aquel momento.
E.B. Y claro, dijo, “yo quiero ser como mi hermano”.
M.G. Le matizo. Aspiraba a tener un salario similar, porque lo de ser como él, eso ya lo traíamos de serie. Mi hermano Curro y yo somos gemelos, así que, imagínese.
E.B. Vamos, que dar con sus huesos en el sector farmacéutico fue más por uno de esos caprichos de la biología reproductiva.
M.G. Pues se podría decir que sí. Fue mi hermano el que me inspiró. Y a partir de ahí empecé con el proceso de búsqueda. Comencé en Laboratorios Fournier, la compañía que comercializaba el Secalip, para después pasar a Merck, Sanofi, Rovi y finalmente entrar en esta última etapa de ya más de 8 años en CSL Vifor.
E.B. Toda una vida entre medicamentos.
M.G. Por ser más exactos, toda una vida vendiendo medicamentos. Tratamientos indicados para patologías cardiovasculares, reumatológicas, hematológicas, renales… El orgullo que a uno le va quedando es que de alguna forma has ayudado a mejorar la calidad de vida de muchas personas que conviven con este tipo de enfermedades.
E.B. Sin ánimo de ser provocador, eso suena al mensaje corporativo sobredimensionado de un vendedor de medicamentos.
M.G. Vendedor de medicamentos, a mucha honra, y mensaje sobredimensionado, ni mucho menos. Todos los tratamientos con los que he trabajado han cambiado guías terapéuticas y han supuesto un punto de inflexión en el abordaje clínico de las enfermedades para las que estaban indicados. Desde los problemas de coagulación o dislipemias, hasta la hiperpotasemia, déficit de hierro, o granulomatosis. Estas tres últimas gracias a la investigación de CSL Vifor a través de medicamentos como Veltassa, Ferinject y Avacopan.
E.B. Por lo que me cuenta, en todos estos años ha tratado usted con muchos profesionales de diferentes especialidades. En el contexto de esa relación, ¿cuál ha sido la especialidad más difícil?
M.G. La neurología. Traté mucho con ellos en mi época en Sanofi cuando les visitaba llevando el clopidogrel, un antiagregante plaquetario. El neurólogo es demandante permanente de evidencia científica, de publicaciones, estudios. No son fáciles de convencer.
E.B. Vamos, que los neurólogos le dieron mucho quebradero de cabeza.
M.G. Ja, ja, ja. Pues casi le diría que sí. Pero mire, en el lado contrario situaría a los nefrólogos. La relación con estos especialistas me ha resultado siempre mucho más sencilla. Me siento conocido y reconocido por ellos. Me trasmiten esa sensación de que nuestra relación les aporta valor. Piense que a muchos de ellos les conozco desde su época de residentes y hoy, algunos ya son jefes de Servicio y sigo manteniendo el contacto. Eso es muy satisfactorio.
E.B. ¿Es la parte de las relaciones humanas la que más le ha satisfecho de su trabajo en todos estos años?
M.G. Es una de las más importantes. Toda mi vida profesional se ha centrado en las relaciones con las personas, con los clientes. Quizás por eso estoy ahora en un momento en el que quiero conocer y entender otras áreas de conocimiento. Le cuento que estoy estudiando Teología.
E.B. ¿Aspira usted a entender a Dios?
M.G. Veremos.
E.B. Pues volvamos a las cosas terrenales. Las relaciones entre la industria farmacéutica y los profesionales sanitarios, hoy ya no son lo que eran cuando usted empezó en esto. Lejos quedan aquellos días de vino y rosas.
M.G. Efectivamente ya no son lo que eran y creo que para bien. Sin entrar en mucho detalle en cuanto a su metáfora del vino y las rosas, en mi opinión, el que en los últimos años se hayan regulado todos los procesos relacionales entre las compañías y los profesionales sanitarios ha sido muy positivo. Creo que la transparencia es fundamental en nuestro trabajo y dudo que haya sectores más regulados a este nivel que el farmacéutico.
E.B. Vale, pero la consecución de objetivos, ¿no era más fácil en aquella época no tan regulada?
M.G. Yo puedo hablar por mí, y le digo que, desde la ética y la honestidad, haya sido la época que haya sido, siempre he sido capaz de adaptarme para conseguir los objetivos. Hace ya tiempo tuve un director que decía: “Manolo es hormiguita”. Siempre he pensado que la confianza de un médico no se puede ganar de un día para otro, buscando atajos. El profesional ha de verte como un compañero de viaje, como una persona confiable a lo largo del tiempo. Y eso es un trabajo de hormiguita. Lento pero perdurable.
E.B. Y de esta etapa profesional en CSL Vifor, ¿qué balance haría?
M.G. Esta andadura la comencé cuando Vifor y Fresenius Medical establecen una alianza para poner en marcha una línea especializada en nefrología. Creo que fue una muy buena iniciativa, porque el nefrólogo nunca había percibido una atención de un grupo de personas especializadas en nefrología, tal como se estructuró aquel grupo. Haber formado parte del mismo, lo sigo recordando con mucho orgullo. Ha pasado tiempo y ha habido muchos cambios, pero, como le decía antes, creo que una de mis mayores virtudes es mi capacidad de adaptación. Creo que hoy estoy viviendo mi edad dorada, tanto en lo profesional como en lo personal.
E.B. Ni una pega, entonces. Atrévase, hombre, que de aquí no sale.
M.G. Yo creo que no se trata de atreverse o no atreverse. Se trata de entender que a lo largo de los años una empresa puede atravesar momentos de cambios, de nuevas estrategias y que esos cambios has de afrontarlos desde la idea de continuar aportando valor a la organización. A mí me gustaría que, por ejemplo, la red de ventas pudiera disponer de más recursos, pero también entiendo que esos recursos son limitados y que, con los que hay, tenemos que obtener el mayor rendimiento.
E.B. ¿Y si esa limitación de recursos no se corresponde con la ambición de los objetivos?
M.G. Pues entonces la solución deberíamos encontrarla en buscar la eficiencia en todo lo que hacemos. La clave está en priorizar, seleccionar bien al cliente y poner el foco donde sabes que tienes opciones de obtener un retorno. Los recursos son los que son, pero lo cierto es que también en CSL Vifor siento esa libertad y confianza para desarrollar el trabajo según mi criterio y experiencia, y eso no es sólo importante, sino muy satisfactorio.
E.B. Y para hablar de experiencia, nadie mejor que usted. ¿Percibe mucho choque cultural con las personas más jóvenes de la compañía?
M.G. Yo no lo percibo, al menos en un sentido negativo. Creo que entre los jóvenes y los veteranos encontramos sinergias que lo único que hacen es beneficiar y mejorar la imagen de la compañía entre los profesionales. Quizás antes del COVID, y hablo del sector en general, las compañías apostaban por redes comerciales más jóvenes, sometidas a procesos y sistemas de trabajo diario ante los que el margen de maniobra individual era muy escaso. Tras la pandemia creo que volvió a ponerse en valor los años de experiencia y la importancia de tener un conocimiento sobre el profesional y sus necesidades. Integrar en los equipos a gente joven con otra más veterana, creo que es la fórmula ideal.
E.B. Vamos, que a su edad ya no le viene nadie a dar lecciones.
M.G. No creo que ese sea el planteamiento adecuado. Creo que cualquier momento y edad es bueno para seguir aprendiendo y para seguir aportando. Le cuento algo. Hace algún tiempo, en Vifor, una persona que iba a ser mi jefa, me dijo abiertamente si para mi supondría algún problema que mi superior inmediato fuera más joven que yo. Nunca lo vi como un inconveniente.
E.B. ¿Convencimiento o disciplina militar?
M.G. Convencimiento, y eso que de disciplina militar sé bastante. Está usted hablando con uno que fue sargento de Caballería durante la época en la que tuvo que cumplir el servicio militar. Para poderlo compaginar con mis estudios universitarios opté por la prestación bajo el modelo que se denominaba IMEC (Instrucción Militar Escala Complemento). Estuve en Cáceres, Valladolid…
E.B. … no, por favor, no me cuente historias de la p. mili. Nos juntaríamos dos nostálgicos. Hablemos de hoy, y de lo que hoy es CSL Vifor para usted.
M.G. Es una compañía que está en pleno proceso de cambio, muy centrada en el paciente y en los profesionales sanitarios, en el médico. Pensando a medio plazo, y desde la perspectiva global de una empresa con presencia en casi todo el mundo, se está trabajando en definir adecuadamente qué queremos ser y hacia dónde vamos. Pero por encima de todo, para mí CSL Vifor es una compañía a la que dedico una gran parte de mi vida y en la que encuentro un excelente ambiente en lo que a relaciones personales se refiere, permitiéndome trabajar con la libertad necesaria para poder aportar el valor que la experiencia me ha dado durante todos estos años
E.B. Oiga y un sevillano como usted, cómo ha vivido todos estos años el sector farmacéutico. Si tuviera que hacer una analogía, ¿lo ve más como el “despiporre” de la Feria de Abril, o como el Vía Crucis de la Semana Santa?
M.G. Pues mire, lo he vivido con el orgullo de trabajar para uno de los sectores más relevantes para el ser humano, como es el del cuidado de la salud. Gracias al sector farmacéutico, las personas pueden vivir más y mejor, pero gracias a la Feria y a la Semana Santa, Manolo González es quien es.
E.B. Es quien es, pero no será para tanto, ¿no?
M.G. Para tanto y más, especialmente la Semana Santa. Para mí la Feria es la algarabía, la familia, los amigos, es mi caseta que es la de todos. Es muy importante. Pero la Semana Santa es esa pasión, ese quebranto, esa saeta que suena rota, rasgada, porque se canta desde el corazón, la devoción y la fe, y que ha dado sentido a mi vida desde que soy un niño. Mi padre, Rafael, como se dice por aquí, ya nos metió el veneno de las cofradías desde pequeños.
E.B. Manolo, esto no es una respuesta, es un quejío.
M.G. Más que un quejío, le diría que es una respuesta por bulerías, pero, en cualquier caso, seguro le ayuda a entender mejor qué es para mí la Semana Santa. Para mí es sobre todo la Hermandad de la Estrella, una de las más importantes de Sevilla. En términos futbolísticos podríamos decir que es una hermandad champions, aunque no quiero dejar de nombrar a otras dos hermandades que por diferentes motivos también han sido muy importantes en mi vida, la de la Virgen de los Reyes y la de los Gitanos. Volviendo a la Estrella, he sacado el paso como costalero durante 22 años y, después de ocupar otros cargos, acabé siendo el Hermano Mayor de la Hermandad. Fueron ocho años, por decirlo de alguna forma, gobernando una institución de casi cinco siglos. Eso es algo muy complejo que exige un muy alto grado de responsabilidad.
E.B. Se podría decir que Manolo González era a la Hermandad de la Estrella lo que Antonio Charrua a CSL Vifor Iberia, pero en devoto.
M.G. Jajaja, pues casi le diría que sí. Como Hermano Mayor, uno es el responsable de un presupuesto que suele ser bastante relevante, ha de preocuparse por todas las personas que hacen parte de la Hermandad, de sus problemas, sus inquietudes. Es el responsable de las relaciones con las instituciones, con los medios de comunicación… Yo siempre digo que aquellos ocho años fueron algo así como un Master en liderazgo, gestión y RRHH.
E.B. ¿Lo de ser costalero tantos años le ha ayudado a ser capaz de echarse sobre la espalda las cosas más pesadas de la vida?
M.G. No creo que eso tenga mucho que ver con esa parte física del costalero, y sí con la manera en la que uno está dispuesto a afrontar la vida y sus dificultades. Y para dificultades, déjeme que le cuente lo difícil que es ser costalero cuando uno es más bien bajito, como yo.
E.B. Cuente, cuente.
M.G. La realidad es que los más bajitos estamos sobre todo para sacar los que se llaman Pasos de Palio, en los que va la Virgen, mientras que los costaleros más corpulentos sacan los Palios de Cristo, que suelen ser más grandes y pesados
E.B. Pues es usted bajito y rápido, porque este rato se me ha pasado volando.
M.G. Será porque correr es otra de mis pasiones. He corrido unas cuentas maratones y tengo mi récord en tres horas y media. Supere eso.
No supero ni eso ni la tristeza por el fin de este paso con la persona que me ha traído hasta aquí bajo Palio. Alguien de raza, de bien, porque lo mamó de su madre, gitana. Sabe de naturales porque maneja la mano izquierda con la maestría que ya mostraba su tío abuelo, Gitanillo de Triana, en La Monumental de México. Dice que, si gana su Sevilla, para celebrarlo le “disloca” un oloroso de Alfonso, que es un secreto sólo para gamberros con alma. Y encima, ahora, entendiendo a Dios. Manolo González, insuperable.